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Etapas del proceso de envejecimiento demográfico de los países de América Latina y el Caribe y desafíos respecto del cumplimiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo

29 de diciembre de 2021|Enfoques

A lo largo del curso de vida, las personas tienen diversas necesidades en materia de educación, salud, seguridad económica y vivienda, entre otras. A su vez, proveen distintos aportes económicos y de cuidados a otras personas en las diferentes etapas de la vida. Tomando en consideración la edad como un marcador del curso de vida, en este artículo se busca identificar las fases en que se ubican los países de la región en cuanto al envejecimiento poblacional y cuál será el comportamiento de este proceso en las próximas décadas. Asimismo, se realiza un breve análisis del impacto de las tendencias demográficas sobre el desarrollo sostenible y el cumplimiento de la Agenda 2030 y de las medidas prioritarias que atañen al envejecimiento en el Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo en América Latina y el Caribe.

Las diferentes etapas del envejecimiento poblacional en la región

Los cambios en la estructura etaria de la población tienen larga duración y pueden tomar muchas décadas, dependiendo de la velocidad de caída de la mortalidad y de la fecundidad, así como de cuán importante —o no— haya sido el efecto de la migración. Como consecuencia de las diferentes trayectorias en la dinámica demográfica, el proceso de envejecimiento poblacional en la región ha tenido distintas intensidades y velocidades en cada país.

Con el fin de clasificar a los países según las diferentes etapas de envejecimiento poblacional en que se encuentran, se utilizan dos indicadores: i) el porcentaje de personas mayores (60 años y más) en la población total, considerando incrementos aritméticos con factor de 7[1] para estos valores (7, 14, 21, 28, 35), y ii) la tasa global de fecundidad (TGF), con base en tres umbrales: a) países con una TGF de 2,5 o más hijos por mujer, b) países con una TFG cercana a la tasa de reemplazo (2,1 hijos por mujer) y c) países con muy baja fecundidad.

Utilizando estos dos indicadores, en los gráficos 1 y 2 los países se separan en dos momentos (2020 y 2030) en cinco etapas diferentes en cuanto al grado de envejecimiento poblacional: i) proceso incipiente (TFG ≥2,5 y personas mayores <10%), ii) proceso moderado (TFG <2,5 y personas mayores <10%), iii) proceso moderadamente avanzado (TFG <2,5 y personas mayores >10%-14%), iv) proceso avanzado (TFG <2,5 y personas mayores >14%-21%) y v) proceso muy avanzado (TFG <2,5 y personas mayores >21%).

Gráfico 1: América Latina y el Caribe: tasa global de fecundidad y población de 60 años y más, 2020
Fuente: Naciones Unidas, World Population Prospects 2019, Nueva York, 2019 [en línea] https://population.un.org/wpp/.
Gráfico 2: América Latina y el Caribe: tasa global de fecundidad y población de 60 años y más, 2030 
Fuente: Naciones Unidas, World Population Prospects 2019, Nueva York, 2019 [en línea] https://population.un.org/wpp/.

En los gráficos 1 y 2 se identifica el promedio de la TGF (línea horizontal) y el porcentaje de personas mayores (línea vertical) para América Latina y el Caribe: 2,0 y un 13% en 2020 y 1,86 y un 16,7% en 2030 (estimación).

El primer aspecto destacado es que, a pesar de que la TGF tiene una relación inversamente proporcional con el porcentaje de personas mayores, la relación no es perfectamente lineal y se puede observar que para una misma tasa de fecundidad hay diferentes grados de envejecimiento poblacional. Si se analiza el nivel de envejecimiento poblacional, también se constata una relación inversa, pero que no siempre es lineal, ya que los países presentan distintas TGF debido a los efectos diferenciados de las otras variables de la dinámica poblacional (la mortalidad y la migración internacional).

En 2020 (véase el gráfico 1), 20 países presentan una TGF por debajo del promedio regional, pero con porcentajes de población mayor que varían del 12% a casi el 30%, lo que indica que están en diferentes etapas del envejecimiento poblacional, aunque con TGF correspondientes a niveles de la etapa final de la transición demográfica. Solo tres países (Guatemala, Guayana Francesa y Haití) se encuentran en una etapa incipiente del envejecimiento, con niveles de fecundidad por encima de 2,5 hijos por mujer y entre un 7% y un 10% de población mayor. Otros cinco países (Belice, Bolivia (Estado Plurinacional de), Honduras, Nicaragua y Paraguay) se clasifican en la etapa de envejecimiento moderado por presentar el mismo rango de porcentaje de población mayor que los anteriores y una fecundidad por debajo de 2,5 hijos por mujer. La excepción es el Estado Plurinacional de Bolivia que, con más del 10% de población mayor, presenta niveles de fecundidad registrados en países con transición incipiente. El grupo clasificado como moderadamente avanzado está conformado por 12 países (la gran mayoría pertenecientes al Caribe y Centroamérica, además de Colombia, el Perú y Venezuela (República Bolivariana de)), cuyos valores de ambos indicadores analizados se encuentran alrededor del promedio regional. Entre los países muy avanzados en el proceso de envejecimiento poblacional también hay muchos países insulares del Caribe, incluida Cuba. Por último, diez países y territorios se ubican en la etapa avanzada (Antigua y Barbuda, Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Guadalupe, Santa Lucía,  San Vicente y Granadinas, Trinidad y Tabago, y Uruguay), con más del 21% de población mayor.

En los próximos años aumentará la intensidad del envejecimiento demográfico en la región y al final de la década de 2030 ningún país pertenecerá a la categoría de población con envejecimiento incipiente (véase el gráfico 3). La excepción sería la Guayana Francesa, que registraría una fecundidad cercana a 3 hijos por mujer, pero con una población mayor cercana al 12%, en parte a causa de la emigración de jóvenes. Todos los demás países en etapas intermedias transitarán a etapas más avanzadas del envejecimiento, con una alta concentración en la etapa avanzada por la incorporación de un grupo de países que estaban en la fase final de la etapa moderadamente avanzada y de otros que se encontraban al inicio de la fase avanzada en 2020. El peso relativo de la población mayor variará del 15% en 2020 al 21% en 2030.

La velocidad del envejecimiento poblacional que se verifica en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe se ve en pocos países del mundo (Alves, 2018)[2]. El tiempo transcurrido en un país tras alcanzar la marca del 7% de personas de 60 años y más para llegar al 14%, al 21%, al 28% y así sucesivamente permite observar (o estimar por el ángulo de las curvas) la velocidad del envejecimiento poblacional. En los gráficos 3 y 4 se pueden apreciar estos tiempos para el grupo de países pertenecientes a América del Sur y Centroamérica y el Caribe, respectivamente (cuanto más inclinada sea la curva, más rápido será el proceso de envejecimiento en el país). Este indicador es de suma importancia para la planificación en cada país, pues aquellos con una velocidad de envejecimiento poblacional más lenta pueden preparar mejor a las generaciones más jóvenes para este proceso. A su vez, los países que avanzarán más rápido también deben tomar en consideración esta variable esencial al momento de diseñar e implementar políticas y acciones inherentes a este tema.

Gráfico 3: América del Sur: tiempo estimado de aumento del peso relativo de personas de 60 años y más por países, 1920 - 2100
Fuente: Naciones Unidas, World Population Prospects 2019, Nueva York, 2019 [en línea] https://population.un.org/wpp/.
Gráfico 4: Centroamérica y el Caribe: tiempo estimado de aumento del peso relativo de personas de 60 años y más por países, 1920 - 2100
Fuente: Naciones Unidas, World Population Prospects 2019, Nueva York, 2019 [en línea] https://population.un.org/wpp/.

Los países que tardarán más en pasar del 7% al 28% de personas mayores son la Argentina y el Uruguay,  ya que experimentan una transición demográfica más larga. Ambos países ya contaban con un 7% de personas mayores antes de 1950, pero alcanzarán el 28% recién después de 2082 en el caso del Uruguay y después de 2100 en el de la Argentina. En el otro extremo se encuentran el Brasil, Chile y Colombia , que a mediados de la década de 1990 alcanzaron el 7% personas mayores y, en menos de una generación completa, alcanzarán el 28% a lo largo de la década de 2060. También es importante observar que estos países experimentarán una aceleración del envejecimiento poblacional a partir de 2020 y que, después de alcanzar el 14% de personas mayores en la población total, tardarán menos tiempo en llegar al 21% (Chile en 2027 y el Brasil y Colombia diez años después). Por su parte, Bolivia (Estado Plurinacional de) y el Paraguay son los países que registran un proceso de envejecimiento más lento y, por tanto, demorarán más tiempo en alcanzar el 14% de personas mayores (alrededor de 2040). A partir de ese momento, el Paraguay seguirá una trayectoria de envejecimiento poblacional similar a la del grupo de países de América del Sur, con mayor velocidad de envejecimiento, mientras que el Estado Plurinacional de Bolivia seguirá una trayectoria más lenta y recién alcanzará el 21% de población de 60 años y más en 2082.

Las subregiones de Centroamérica y el Caribe también cuentan con países que experimentarán un rápido envejecimiento poblacional (véase el gráfico 4). Mientras que Cuba, Jamaica y Puerto Rico iniciaron el proceso de envejecimiento demográfico más temprano, entre 1950 y 1960, otro grupo de países lo empezó después de la década de 1990 y un tercer grupo recién alcanzó el umbral del 7% de personas mayores en su población en las décadas de 2010 y 2020. Entretanto, llama la atención el acelerado proceso registrado en Costa Rica, Cuba y Puerto Rico. Los dos primeros presentaron una trayectoria más lenta al inicio y alcanzaron el 28% de población mayor en la década de 2020. Costa Rica destaca con un rápido crecimiento de la población mayor, que en menos de 70 años pasa a representar del 7% al 35% de la población total.

Otra forma de considerar el nivel de envejecimiento poblacional de un país es comparar directamente la cantidad o proporción de personas mayores respecto de la cantidad o proporción de jóvenes, como un indicador de la reducción de la capacidad de los países de renovar las nuevas generaciones. Tomando los tramos de 60 años y más como personas mayores y los menores de 15 años como jóvenes, se puede utilizar el índice de envejecimiento para mapear la situación actual de América Latina y el Caribe. El gráfico 5 presenta el índice de envejecimiento para las regiones y subregiones de las Américas.

Gráfico 5: América Latina y el Caribe: índice de envejecimiento, 1950-2060 
(En personas de 60 años y más por personas menores de 15 años)
Fuente: Naciones Unidas, World Population Prospects 2019, Nueva York, 2019 [en línea] https://population.un.org/wpp/.

Dos hechos resultan importantes de resaltar en cuanto al índice de envejecimiento. Primero, se puede observar que las subregiones de América Latina y el Caribe por muchas décadas tuvieron menos de 50 personas mayores por cada 100 jóvenes, pero a partir de la década de 2010 el envejecimiento poblacional se intensifica, con algunas diferencias entre las distintas subregiones. Mientras que en Centroamérica el proceso se da de manera más lenta, se espera que el Caribe registre una desaceleración en relación con el promedio regional. América del Sur, por su parte, es la más populosa y liderará el proceso de envejecimiento poblacional en las próximas décadas.

El otro hecho importante observado respecto del índice de envejecimiento se refiere a los distintos períodos y fechas en que las regiones pasarán a ser consideradas como envejecidas, es decir, con más personas mayores (60 años y más) que personas jóvenes (menores de 15 años), esto es, cuando el índice supera el valor 100. La fecha de ocurrencia de este fenómeno demográfico marca un hito a partir del cual se considera que la población se ha convertido en una población envejecida.

En el cuadro 1 se muestra esta fecha para cada uno de los países y se indica entre paréntesis el peso relativo de personas mayores que se alcanzará. Entre los países de América Latina y el Caribe, exceptuando las pequeñas islas, Cuba fue el primero en alcanzar esta marca histórica en 2011, cuando igualó la proporción de jóvenes (menores de 15 años) y personas mayores (60 años y más), cada una representando alrededor del 17% de la población total. Los demás países irán alcanzando este hito en los años siguientes, y se estima que alrededor de 2075 todos contarán con más personas mayores que niños en su población, con un aumento significativo de la proporción de población mayor a partir de ese momento.

Cuadro 1: América Latina y el Caribe: fecha en que los países igualan la proporción de personas jóvenes y de personas mayores en la población total (En porcentajes de personas de 60 años y mása)
Fuente: Naciones Unidas, World Population Prospects 2019, Nueva York, 2019 [en línea] https://population.un.org/wpp/.
a El valor corresponde al porcentaje de ambos grupos cuando son iguales.

Ente 2015 y 2022, muchos países del Caribe (Barbados, Santa Lucía, Trinidad y Tabago), al igual que Chile y el Uruguay, invierten la proporción de jóvenes y adultos. En los cinco años siguientes a ese período, casi llegando a 2030, el Brasil y Costa Rica se unirán a este grupo. Finalizando el quinquenio 2030-2035, Antigua y Barbuda, Colombia, Jamaica y San Vicente y las Granadinas  alcanzarán la fase de más personas mayores que jóvenes en la población total. Se prevé, en tanto, que Guatemala, la Guayana Francesa y Haití llegarán a esta etapa después de 2060.

Antes de llegar a una población envejecida, la estructura etaria de la población pasa por un proceso continuo de envejecimiento, con el aumento de los grupos etarios en cada una de las generaciones. Con el objeto de contar con un panorama más completo de este proceso, se analizará la evolución del volumen poblacional de cada una de las generaciones de cuatro segmentos etarios pertenecientes a los siguientes grupos de edades: 0 a 19 años, 20 a 39 años, 40 a 59 años y 60 años y más. Se considera una sociedad juvenil cuando la mayoría absoluta de la población tiene menos de 20 años, una sociedad adulta joven cuando la mayoría de las personas tienen entre 20 y 39 años, una sociedad adulta cuando la mayoría de sus habitantes tienen entre 40 y 59 años y una sociedad envejecida cuando la mayoría de las personas tienen 60 años y más.

El gráfico 6 ilustra el tamaño de las cohortes a lo largo del tiempo para el promedio de América Latina y el Caribe. Los puntos de cruce de las trayectorias de estas diferentes cohortes son hitos importantes en la dinámica demográfica y en la sociedad como un todo, pues representan generaciones que compiten por protección social, educación, salud y mercado de trabajo, entre otras necesidades que se plantean a lo largo de la vida.

Gráfico 6: América Latina y el Caribe: población según grandes grupos de edad, 1950-2060 
(En miles de personas)
Fuente: Naciones Unidas, World Population Prospects 2019, Nueva York, 2019 [en línea] https://population.un.org/wpp/.

El análisis de los puntos de corte permite observar que América Latina y el Caribe pasará de ser una sociedad juvenil a ser una sociedad adulta joven en el período comprendido entre 2020 y 2025. Si las proyecciones se confirman a futuro, la región pasará poco tiempo en esta situación y en 2045 se convertirá en una sociedad adulta, con la mayoría de la población comprendida entre los 40 años y los 59 años. Muy pronto, en menos de diez años, el grupo de personas de 60 años y más superará en volumen a todos los demás tramos etarios. En 2055 habrá menos de 200 millones personas en cada uno de los grupos etarios menores y más de 200 millones de personas de 60 años y más. Esto tiene enormes implicancias en términos de políticas públicas referidas al mercado de trabajo, a los programas y acciones en las áreas de salud y protección social, entre otros. Debido a que estos tiempos varían entre subregiones y por países, es importante que cada país conozca estas fechas, a fin de considerar el impacto de los cambios demográficos en sus acciones de planificación a mediano y largo plazo.

El impacto de las tendencias demográficas sobre el desarrollo sostenible y el cumplimiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible

Las transformaciones demográficas y el rápido avance del proceso de envejecimiento que se han analizado en la sección A ubican a la región en un contexto de cambios demográficos acelerados. Esto plantea un sinnúmero de interrogantes respecto de las próximas décadas, pero también oportunidades y retos para avanzar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030, así como en las medidas prioritarias del Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo.

Al revisar la Agenda 2030 y los 17 ODS se constata que las transformaciones demográficas que experimenta la región y los impactos que estas transformaciones tienen en la población en general, y en determinados subgrupos en particular, se consideran en más de un Objetivo y meta. El ODS 1 “Poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todo el mundo” (Naciones Unidas, 2015a), incluida la pobreza extrema, es un desafío transversal en la región y constituye un requisito indispensable para el desarrollo sostenible. A este respecto, cabe tener presente que en algunos países este reto es más complejo e implica mayores esfuerzos económicos y políticos, dependiendo del escenario demográfico en que se encuentren.

De esta manera, los países que en la actualidad se ubican en etapas más tempranas del envejecimiento poblacional aún tienen por delante un tiempo del período de oportunidad demográfica, particularmente para mejorar los resultados de sus políticas en materia de educación, salud, pensiones y empleo. Los países que ya han entrado en procesos de envejecimiento acelerado, en tanto, cada vez deben hacer frente a más exigencias para financiar los sistemas de pensiones, adecuar los sistemas de salud a una epidemiología mixta, crecientemente onerosa, y operar sistemas apropiados de cuidado.

La atención a los efectos de los cambios demográficos conlleva una amplia gama de políticas, entre las que se destacan las dirigidas a los jóvenes para ampliar sus oportunidades de educación y empleo, las de salud y las de seguridad social y pensiones, así como la creación de un sistema público para el cuidado y la adecuación de las políticas fiscales con el fin de lograr un buen equilibrio intergeneracional de las transferencias (Banco Mundial, 2016). Estas políticas deben recibir un tratamiento integral que incluya la consideración de las tendencias demográficas e incorpore las perspectivas de ciclo de vida, género, interculturalidad, derechos y procesos intergeneracionales de manera apropiada para los contextos nacionales, con un horizonte de largo plazo.

Un gran reto, que ya está presente en la región, consiste en preparar los sistemas de salud para sociedades en proceso de envejecimiento. Esto está directamente relacionado con el ODS 3, que plantea garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades, pero sobre todo con la meta 3.8: “Lograr la cobertura sanitaria universal, incluida la protección contra los riesgos financieros, el acceso a servicios esenciales de calidad y el acceso a medicamentos y vacunas inocuos, eficaces, asequibles y de calidad para todos” (Naciones Unidas, 2015a, pág. 19).

La combinación de la tendencia al envejecimiento y el crecimiento económico lleva a un incremento rápido y sostenido del gasto en salud. Debido a que los gastos en salud destinados a las personas mayores son financiados en su mayor parte (aunque no exclusivamente) por el Gobierno, esta tendencia llevará a un incremento sustancial del gasto público. Algunos estudios (Miller, Mason y Holz, 2011; Miller y Castanheira, 2013) indican que, en diez países de la región, el financiamiento de los costos del sector de la salud representaría para el Gobierno un desafío mayor que el financiamiento de las pensiones públicas. A pesar de que el debate se ha centrado en las pensiones, es posible que el sector de la salud sea el principal desafío fiscal en economías envejecidas. Se proyecta que el gasto en salud dedicado a las personas mayores alcance el 53% del gasto del sector en 2070 (CEPAL, 2016).

Esto implica la reorientación de los sistemas de salud hacia servicios de prevención y tratamiento de enfermedades crónicas, como las patologías del corazón, el cáncer, las enfermedades pulmonares y la diabetes. El Consenso de Montevideo traza líneas de política relevantes para adecuar las políticas de salud al perfil epidemiológico y al envejecimiento, reforzando la lucha contra las enfermedades transmisibles, implementando acciones de prevención y tratamiento de las enfermedades crónicas y teniendo en cuenta especificidades de género, edad, regiones y grupos étnicos y socioeconómicos (CEPAL, 2013b).

Si bien en la Agenda 2030 no hay una mención explícita al tema de las pensiones, el ODS 8 hace referencia a “Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos” (Naciones Unidas, 2015a, pág. 16) y se enmarca en el escenario que experimenta la región respecto de los gastos en pensiones. En los países más avanzados en la transición demográfica (Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Cuba y Uruguay), las personas mayores pasarán de representar alrededor del 15% de la población en edad de trabajar a representar entre el 40% y el 60% antes de 2070. Este aumento de la relación de dependencia implicaría la triplicación o cuadruplicación de los gastos en pensiones. Si se mantuvieran los niveles actuales de la relación entre la pensión media y el PIB per cápita, los cambios demográficos en la región se traducirían, en muchos casos (por ejemplo, en el Brasil, Chile y Cuba), en grandes incrementos del porcentaje del PIB destinado a las pensiones públicas. Por lo tanto, los sistemas de pensiones actuales, que de una manera general se caracterizan por baja cobertura y beneficios insuficientes, deberán readecuarse y fortalecerse para garantizar la protección de una creciente población de personas mayores. También es necesario tener en cuenta que la desigualdad de género es un problema en los sistemas de pensiones de los países de la región, por lo que la reducción de las desigualdades de género en estos sistemas es un desafío. Este tema se vincula al ODS 5 “Lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas” (Naciones Unidas, 2015a, pág. 16), aunque no hay una referencia explícita. Las mujeres suelen tener menores pensiones que los hombres, tanto en términos de cobertura como de beneficios, cuando estas están basadas en la historia laboral, salarial y contributiva. Esto se debe a la combinación de dos factores, como lo indica Arza (2017): i) las reglas del sistema de pensiones y ii) las diferentes trayectorias laborales de hombres y mujeres. Por tanto, esto supone un doble desafío para los países de la región, ya que hay que mejorar y adecuar los sistemas de pensiones, pero también es necesario disminuir la brecha de acceso y monto de las pensiones entre hombres y mujeres, teniendo en cuenta que las mujeres tienen una mayor sobrevivencia que los hombres.

Otro gran reto que deben enfrentar los países de la región en este contexto de transformaciones de la estructura por edad de la población es la implementación de un sistema de cuidados, pues estos cambios en la estructura etaria tienen significativos efectos sobre las necesidades de cuidado de los diferentes grupos de población en sus ciclos de vida. En el ODS 5, particularmente en la meta 5.4 “Reconocer y valorar los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados mediante servicios públicos, infraestructuras y políticas de protección social, y promoviendo la responsabilidad compartida en el hogar y la familia, según proceda en cada país” (Naciones Unidas, 2015a, pág. 20), se hace mención a este tema. El cambio de la estructura por edad y la composición de los hogares afecta la disponibilidad de personas cuidadoras en las familias y plantea retos desde el punto de vista de los derechos y de la autonomía de las mujeres, sobre las que suele recaer el cuidado de las personas en los hogares (CEPAL, 2016). Este tema también puede vincularse a la meta 1.3 de ODS 1 “Implementar a nivel nacional sistemas y medidas apropiados de protección social para todos, incluidos niveles mínimos, y, de aquí a 2030, lograr una amplia cobertura de las personas pobres y vulnerables” (Naciones Unidas, 2015a, pág. 17), si se considera el riesgo de que la ausencia de sistemas de cuidado genere otra forma de desigualdad que afecte las condiciones de vida y la dignidad de las personas mayores, dependiendo de si cuentan o no con familiares con recursos económicos y disposición para atenderlos en forma privada (CEPAL, 2016).

Como se indica en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la igualdad es un valor central del desarrollo, principio rector también del pensamiento de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Las transformaciones demográficas que experimentan los países de la región y que en este artículo se han expuesto de manera detallada se entrelazan con las desigualdades de género, las desigualdades étnicas y raciales, las desigualdades a lo largo del ciclo de vida y las desigualdades territoriales (CEPAL, 2018). La CEPAL identifica a estas desigualdades junto con la estructura productiva, la distribución del ingreso y el medio ambiente como eslabones críticos para el logro de los Objetivos de la Agenda 2030, pues, como se ha ejemplificado en este apartado, tejen vínculos que aumentan las brechas si las políticas públicas que implementan los Estados no consideran estos factores de desigualdad para superar las brechas y cumplir el mandato de no dejar a nadie atrás (CEPAL, 2018).

La pandemia de COVID-19 ha develado crudamente el efecto de las vulnerabilidades sociodemográficas y ha puesto de manifiesto nuevas problemáticas en la región, como la discriminación de personas en función de su edad, que han profundizado las desigualdades sociales y han afectado, en muchos casos, la posibilidad de que las personas mayores hagan un ejercicio pleno de sus derechos (Montes de Oca y Vivaldo-Martínez, 2021).

Por todo lo expuesto, la protección social de las personas mayores y la defensa de sus derechos ante la pandemia es una prioridad que se fundamenta en el derecho a la vida, a la salud, a la no discriminación y a vivir con dignidad en la vejez (CEPAL, 2020). De forma concreta, el Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo, que constituye la agenda propia sobre población y desarrollo de América Latina y el Caribe desde 2013 y que, además, se alinea con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en su Capítulo C. “Envejecimiento, protección social y desafíos socioeconómicos” (CEPAL, 2013b), expone sobre la necesidad de erradicar las múltiples formas de discriminación que afectan a las personas mayores, incluidas todas las formas de violencia contra mujeres y hombres mayores, teniendo en cuenta las obligaciones de los Estados con respecto a un envejecimiento con perspectiva intergeneracional y de derechos humanos.

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[1] El razonamiento es que esta será una forma intuitiva de estimar cuánto tiempo lleva duplicar el valor (porcentaje de población), facilitando la comparación de la velocidad del proceso de envejecimiento entre los países, como se analizará más adelante.

[2] Alves (2018, pág. 88) sostiene que Francia fue el primer país donde las personas adultas mayores alcanzaron el 7% de la población, lo que ocurrió en 1870, pero solo alcanzó el 14% en 1980 (tardaron 110 años en duplicar su participación relativa). La República de Corea, por otro lado, tenía una proporción de personas mayores del 7% en 1999 y del 14% en 2017. La República de Corea fue el país con la mayor tasa de cambio en la estructura de edad en esta primera fase de envejecimiento (del 7% al 14%), tardando solo 18 años en duplicarse.