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EDITORIAL
Caída en las remesas golpea a los hogares pobres

Por Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL

El principal canal social de transmisión de la crisis es la exportación simultánea de desempleo a nivel generalizado. Esto ha creado una nueva forma de proteccionismo “laboral” que privilegia al trabajador nacional por encima del migrante, especialmente en Estados Unidos y Europa.

Millones de hogares en nuestra región se ven afectados por esta tendencia. El impacto es concreto ya que han disminuído las remesas que son ingresos vitales para cubrir sus necesidades básicas. De los 200 millones de migrantes que se calculan hoy a nivel mundial, 26 millones forman parte de la diáspora latinoamericana y caribeña. De estos, unos 22 millones aproximadamente, se encuentran en economías desarrolladas. En 2008, los migrantes enviaron a sus países remesas por US$69.200 millones. Esto representa más de la mitad de la inversión extranjera directa recibida ese año y casi 10 veces la ayuda oficial para el desarrollo que recibe la región.

Con la crisis y la contracción de sectores clásicos que absorben mano de obra temporal (construcción, manufacturas y servicios turísticos), se estima que estos flujos se contraerán al menos en 10% en el 2009 y esto es una mala noticia para los pobres de nuestra región, especialmente para los que viven en extrema pobreza. Hasta ahora, la caída de las remesas en un 5%-10% entre el tercer trimestre 2008 y el primero de 2009, tiene claros efectos en la balanza de pagos, en la baja del nivel de consumo y del ahorro.




El impacto y significado potencial de las remesas se relaciona no sólo con su volumen sino con el tamaño, estructura y dinámica macroeconómica del país receptor. México, Colombia, Guatemala y Brasil son los principales receptores en términos absolutos. A México ingresaron en 2008, US$ 25.000 millones y es el tercer país mayor receptor de remesas del mundo, después de India y China. Sin embargo, en proporción a su producto interno bruto, el impacto es mayor en otras economías. Para Guyana, Haití y Honduras, los montos recibidos en 2008 representaron 28,4%, 23,9% y 21,1% del PIB, respectivamente, mientras para El Salvador, Nicaragua, Jamaica, Guatemala y República Dominicana, significaron entre un 7,5% y 17,5% del PIB respectivo.

¿Qué hacer para que la disminución de las remesas no arrastre a las familias de vuelta a la pobreza?

Hay cuatro elementos aplicables a corto plazo, que pueden paliar el impacto:

• La depreciación de las monedas de los países receptores (excepto El Salvador y Ecuador por ser economías dolarizadas).

• Los bancos pueden ayudar bajando sus comisiones y no trasladando los costos de las operaciones de transferencia a los migrantes. Esto requiere un mínimo de cooperación entre las instituciones financieras emisoras y las receptoras.

• Evitar el proteccionismo “laboral” y el aumento de restricciones migratorias, ya de por sí muy estrictas y en ocasiones inhumanas.

• Las medidas anticrisis a nivel nacional, deben focalizarse a un conjunto de transferencias que mejoren el ingreso de los hogares más pobres.

Por último, se debe pensar nuestra región en el largo plazo buscando darle: mayor productividad que no incluya la necesaria exportación económica de su mano de obra; plantear propuestas de convergencia productiva que exploren nuevos nichos de inserción internacional y movilización de los mercados internos y, además, estimular iniciativas de economía verde, que ofrecen opciones de infraestructura sin carbono, fuentes de energía alternativas y generan empleos de mejor calidad, acompañados por innovación.

En el mediano plazo será necesario analizar la posibilidad de aplicar incentivos poderosos, a inversiones productivas, realizadas con donaciones de organizaciones de migrantes a su comunidad de origen.
Aplicar buenas prácticas, como en los casos de Azuay y Cañar, en Ecuador, donde llega un tercio de los más de US$ 3.000 millones que el país recibe por remesas. Con esto, las comunidades desarrollaron un programa de Fortalecimiento de las Finanzas Populares y, gracias a un modelo de gestión alternativo, se creó un Fondo de Estructura Financiera Local. Este funciona como banca y da créditos a poblaciones de bajos ingresos, los que pagan puntualmente. El sistema permitió multiplicar el sueño de sus trabajadores en el extranjero y la realidad de las familias receptoras.

Sabemos que rescatar a la población que cae en situación de pobreza durante una crisis económica es más complejo que recuperar los niveles de crecimiento económico y toma el doble del tiempo. Después de la crisis de los ochenta, a la región le costó 12 años recuperar sus indicadores económicos y 24 años, retornar a los insatisfactorios niveles previos de pobreza y desigualdad. Por ello, se requieren acciones urgentes, globales y regionales que pasan por la cooperación entre los pueblos con profundo sentido de solidaridad.