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Seminario Internacional "América Latina en los Nuevos Escenarios Regionales y Globales"

7 de noviembre de 2016|Discurso

Discurso de la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena.

Intervención de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, con ocasión del Seminario internacional

“América Latina en los nuevos escenarios regionales y globales”

 

 

Heraldo Muñoz, Ministro de Relaciones Exteriores de Chile,

Rodolfo Nin Novoa, Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay,

Enrique García, Presidente Ejecutivo del Banco de desarrollo de América Latina,

Rebeca Grynspan, Secretaria General Iberoamericana,

Autoridades de gobierno,

Señoras y señores miembros del Cuerpo Diplomático,

Representantes de organismos internacionales y colegas del sistema de las Naciones Unidas,

Amigas y amigos,

 

Quiero agradecer al Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile por esta invitación a debatir sobre los nuevos escenarios que enfrenta América Latina.

Es para la CEPAL, un honor formar parte de este conversatorio que nos invita a pensar el mañana compartido honrando la memoria de un hombre que hizo de la libertad y el diálogo, de la justicia, la paz y la igualdad el propósito de acción pública.

Orlando Letelier fue un demócrata cabal, un visionario que configuró una amplia y certera mirada de futuro, un futuro que hoy nos golpea con profundos desequilibrios económicos, sociales y ambientales, y que nos demanda y desafía a construir un horizonte con la igualdad en el centro del desarrollo sostenible.

Hace 40 años, en un análisis sobre la política económica de la dictadura chilena, Orlando Letelier nos advertía sobre los peligros que suponía instalar a la desigualdad como base de un proyecto político y social.

Hoy, cuatro décadas más tarde, encaramos una verdadera época de cambios vertiginosos; más aún, nos enfrentamos a un cambio de época.

Las tendencias mundiales dominantes en la economía y en la sociedad exacerban las contradicciones de un estilo de desarrollo que se ha vuelto insostenible.

La irrupción de China en el comercio mundial, los mega-acuerdos comerciales, los cambios demográficos y las migraciones masivas, la crisis ambiental y la revolución tecnológica están transformando la economía, el mundo del trabajo y la sociedad, redefiniendo la posición de los países y alterando el equilibrio de poder entre los bloques, así como entre las economías desarrolladas y el mundo emergente.

A ocho años de la crisis financiera mundial, la economía global parece inmersa en un cuadro de bajo crecimiento y con cierto agotamiento de la política monetaria y la falta de estímulos fiscales suficientes como herramientas de estímulo a la demanda agregada en los países desarrollados.

El mundo atraviesa un estancamiento secular, tanto respecto al comercio como al producto mundial. En 2015, el volumen del comercio mundial de bienes creció apenas un 2,7%. La OMC indica que en 2016 el volumen de comercio de bienes crecerá apenas 1,7%, su menor expansión desde la crisis económica mundial y su quinto año consecutivo de crecimiento por debajo del 3%. La OMC prevé una modesta recuperación del comercio mundial de bienes en 2017: entre un 1,8% y un 3,1% en volumen. La persistente debilidad del comercio mundial se explica por el bajo dinamismo de la demanda global, el freno a la expansión de las cadenas globales de valor y la menor actividad económica en especial de la inversión. A eso se suma la desaceleración de las importaciones de China y la caída de los precios básicos (los combustibles registraron una caída del 45% en 2015). Es relevante analizar la transición del modelo chino desde una economía fuertemente impulsada por la inversión y las exportaciones hacia un mayor peso del consumo, aun cuando sigue bajo (38%) respecto a las economías desarrolladas (60%).  Lo más relevante es quizás el hecho que las empresas chinas han reducido el contenido importado de sus exportaciones, especialmente de manufacturas de nivel tecnológico medio y alto.

Asistimos con asombro al aumento histórico de la desigualdad global. La creciente desigualdad se refleja en el estancamiento de los salarios reales especialmente en los países desarrollados. Entre 65% y 70% de los hogares en 25 países avanzados (560 millones de personas) sufrieron una reducción de sus ingresos entre 2005 y 2015. Estos resultados han aumentado los cuestionamientos a la globalización especialmente en los países industrializados. En América Latina y el Caribe la pobreza y la desigualdad se redujeron en el periodo 2004-2013 por lo que en general sus sociedades no muestran una oposición a la integración comercial y financiera.

Somos testigos de la agudización de la crisis ambiental, desde la perdida de los hielos glaciares hasta extensas sequías en todo el planeta que obligan a los países a tomar compromisos internacionales para mitigar el cambio climático.

Al mismo tiempo irrumpe imparable una nueva revolución tecnológica, caracterizada por la convergencia de la nanotecnología, la génetica, la robótica y la ciberfísica, que, si bien abre opciones para la sostenibilidad y posibilita saltos en productividad y calidad, genera tensiones en el mundo laboral por el potencial desplazamiento de trabajadores a medida que se expanden las nuevas tecnologías. Hoy la economía global es una economía digital. Los flujos digitales transfronterizos se multiplicaron por 43 veces entre 2005 y 2015. En 2015, 4700 millones de personas eran suscriptoras únicas de telefonía móvil.

Esto obliga a pensar en políticas que abran alternativas por la vía del empleo productivo y la capacitación. A modo de ejemplo, se espera que en los países desarrollados las actuales tendencias tecnológicas lleven a una pérdida de 5.1 millones de puestos netos (dos tercios en actividades administrativas y de oficina).

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En ese contexto, y ante la realidad de una economía mundial que opera cada vez más sobre la base de macro-regiones integradas, la convergencia entre los distintos esquemas de integración latinoamericanos resulta no solo necesaria, sino urgente.

Y de los tres acuerdos mega regionales – el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) y la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) entre los 16 países asiáticos)- que representan cerca del 70% de comercio de América Latina es el TPP el que tiene el mayor alcance con oportunidades y desafíos a su tres países miembros Chile, México y Perú en temas como acceso a mercados (incluyendo aranceles, estándares, acumulación de origen y compras públicas), inversión, propiedad intelectual, comercio electrónico asuntos laborales y medio ambiente. En acceso a mercados hay pocas ganancias arancelarias excepto en la agricultura y hay un aumento de la competencia asiática en el mercado estadounidense. Una de las principales oportunidades del TPP es la acumulación de origen que fomentaría la producción compartida y encadenamientos productivos entre los tres países de la región con los países asiáticos. También enfrentarían problemas complejos de competencia.

Analizar el posible impacto sobre los países de la región no miembros del acuerdo es una tarea compleja. Algunos países sufrirán un desplazamiento significativo de sus exportaciones a los mercados del TPP, en particular los Estados Unidos así como menores flujos de IED. . En la región Brasil, Colombia y Venezuela sufrirían las mayores caídas de sus exportaciones a Estados Unidos en el primer año de vigencia del TPP.

Frente a esta nueva realidad del comercio internacional,  es que la CEPAL apoya con renovado entusiasmo la propuesta de “convergencia en la diversidad” entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur, formulada por el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet desde que asumió en marzo de 2014.

De hecho, en noviembre de 2014 la CEPAL presentó el documento “La Alianza del Pacífico y el MERCOSUR. Hacia la convergencia en la diversidad”, como una forma de apoyar ese proceso.

Y es que, junto con África, nuestra región presenta los menores índices de comercio intrarregional en el mundo e incluso ha disminuido en años recientes. Apenas el 16% de las exportaciones de América Latina y el Caribe se dirige a la propia región, muy por debajo del 50% que registran Asia oriental y América del Norte, y del 62% de la Unión Europea.

Asimismo, los encadenamientos productivos entre países de la región son muy escasos. Nuestro comercio intrarregional no solo es bajo, sino que además ha venido cayendo fuertemente en los últimos años: en 2015 se desplomó un 18%, y en 2016 nuestras proyecciones indican que caería un 10% adicional.

El peso decreciente de la propia región en el comercio exterior latinoamericano es muy preocupante, porque el mercado regional es el más propicio para la diversificación productiva y exportadora que nuestros países necesitan con urgencia. La región es el principal destino para sus exportaciones de manufacturas. Asimismo, la mayoría de las empresas exportadoras latinoamericanas, en especial las pymes, dependen del comercio intrarregional para sobrevivir y crecer. El mercado regional es también fundamental para alcanzar las economías de escala y de aprendizaje que permitan a nuestros países aumentar sus niveles de competitividad. Por todas estas razones, es fundamental generar condiciones favorables para el desarrollo del comercio y la integración productiva entre nuestros países. La convergencia entre Mercosur y la Alianza del Pacífico es un paso clave en esta dirección.

Por cierto, la convergencia es mucho más que eliminar aranceles al comercio intrarregional. Hoy en día la competitividad de las cadenas de valor depende de muchos otros factores, en particular la calidad de la infraestructura regional de transporte, logística, energía y digital. También es crucial avanzar en la convergencia regulatoria y en la facilitación del comercio. Trabajar conjuntamente en todas esas áreas contribuiría a dinamizar los flujos intrarregionales de comercio e inversión, favoreciendo así una mayor integración productiva.

La Alianza del Pacífico y el MERCOSUR representan conjuntamente alrededor del 90% del PIB, población, comercio y flujos de IED regionales. Por ende, la convergencia entre estas dos agrupaciones se convertiría en un poderoso catalizador de la convergencia a nivel de la región como un todo.    

En este contexto, la CEPAL identificó en su documento 11 áreas en torno a las cuales podría construirse una agenda inicial de convergencia entre ambos esquemas:

1.      Facilitación del comercio (incluyendo la armonización o reconocimiento mutuo de normas técnicas, sanitarias y fitosanitarias)

2.      Acumulación de origen

3.      Movilidad de personas

4.      Ciencia, tecnología, innovación y prospectiva

5.      Sostenibilidad

6.      Transporte y logística

7.      Energía

8.      Coordinación de políticas industriales

9.      Aproximación conjunta a Asia Pacífico

10.    Turismo

11.    Desarrollo de estadísticas sobre comercio de servicios

A estas 11 áreas cabría sumar el trabajo conjunto para avanzar hacia la constitución de un mercado único digital latinoamericano. La Internet industrial está transformando las cadenas globales de valor en plataformas globales de valor. Con renovados modelos de negocios y procesos de gestión, comercialización y distribución de productos y servicios. La revolución digital está transformando la estructura del comercio mundial. A medida que los bienes físicos se digitalizan, se vuelven intangibles y los flujos digitales tienen mayor peso, los acuerdos comerciales se concentran más en derechos de propiedad intelectual y reglas sobre flujos de datos y ciberseguridad. El TPP y el TTIP son ejemplos de mega acuerdos que regulan estos temas.

Por ello la propuesta de la CEPAL de un MUD, ayudaría a la región a impulsar su industria de contenidos, el desarrollo de plataformas y la incorporación de las nuevas tecnologías en los procesos productivos, todo lo cual es esencial para que la región se inserte plenamente en la revolución digital en curso.

En mayo de este año la AP y el MERCOSUR se reunieron en Lima a nivel de viceministros de comercio para ir estructurando una agenda de trabajo conjunta en materia de convergencia. Entendemos que ésta incorporaría varios de los temas propuestos por la CEPAL, como facilitación del comercio, acumulación de origen y movilidad de personas. 

Argentina, Paraguay y Uruguay tienen calidad de observadores en la AP, mientras que Chile, Colombia y Perú son miembros asociados del Mercosur. Por otra parte, Brasil y México están negociando la modernización de su acuerdo de complementación económica bilateral. Todos estos elementos debieran ir generando las condiciones para iniciar en los próximos meses el trabajo técnico en materia de convergencia. La CEPAL ofrece todo su apoyo a este proceso. 

Un tema de gran interés tanto para los países de la AP como para los del Mercosur es el estrechamiento de los lazos económicos y comerciales con Asia Pacífico, la región de mayor dinamismo económico en el mundo. Asia representa ya el 18% de las exportaciones de la región y el 32% de sus importaciones, consolidándose como su segundo socio comercial tras los Estados Unidos.

En este contexto, como vimos anteriormente tres miembros de la Alianza del Pacífico (Chile, México y Perú) son parte del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), firmado en febrero de este año y actualmente en proceso de ratificación. Se trata de un acuerdo muy controvertido y cuyas implicancias trascienden ampliamente lo comercial, ya que con él los Estados Unidos buscan definir las futuras reglas del juego en áreas tan fundamentales como la economía digital o las empresas estatales, entre muchas otras. En nuestra publicación Panorama de la Inserción Internacional de América Latina y el Caribe, que se presentará el próximo 23 de noviembre, hemos dedicado un capítulo a un análisis en profundidad de las implicancias del TPP para la región, tanto para los países miembros del TPP como para el resto.

Específicamente, la eventual entrada en vigor del TPP tendrá importantes implicancias para el futuro de los procesos de integración económica regional en América Latina. Mientras que Chile, México y Perú ya son miembros del TPP, Colombia ha manifestado en el pasado su interés en acceder a dicho acuerdo. Si este escenario se materializara, la Alianza del Pacífico podría ser en la práctica absorbida por el TPP. Ello dificultaría un eventual proceso de convergencia con el MERCOSUR, ya que los países de la AP tendrían muy poco margen de maniobra para alejarse de lo pactado en el TPP en temas como reglamentos técnicos, propiedad intelectual o comercio electrónico, entre otros. Por ende, es crucial que Chile, México, Perú y eventualmente, en el futuro Colombia, busquen mecanismos dentro del TPP que permitan a la Alianza del Pacífico mantener su autonomía para negociar acuerdos de convergencia con el Mercosur y otros bloques dentro de la región. 

Amigas y amigos,

Nuestra región atraviesa hoy tiempos complejos. Crecimiento negativo este año en torno a -0,9% con un 2017 con un modesto crecimiento en torno al 1,5%. Enfrenta menor margen de maniobra para desplegar políticas expansivas y exhibe mayor vulnerabilidad externa por el deterioro generalizado de los saldos en cuenta corriente y aumento del endeudamiento externo.

Salir del momento duro que vivimos y lograr alinear nuestra trayectoria de desarrollo con aspiraciones como las contenidas en la Agenda 2030 requiere la implementación integrada de políticas económicas, industriales, sociales y ambientales en sintonía con un cambio estructural progresivo y un gran impulso ambiental con senderos de crecimiento bajos en carbono. Alinear políticas industriales y de inversión hacia nueva infraestructura energética y de transportes en torno a innovaciones ambientales y construir un paquete de estímulo a la demanda agregada con la mirada puesta a modelos de integración convergentes.

Muchas gracias.