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Ceremonia de inauguración de la segunda reunión del Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible

19 de abril de 2018|Discurso

Intervención de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL.

Palabras de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, en la inauguración de la segunda reunión del Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible

Miércoles 18 de abril, 2018

CEPAL

Santiago, Chile

 

Norma Munguía, Directora General para Temas Globales de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México,

Estimados representantes de los Estados miembros de la CEPAL,

Estimadas autoridades nacionales y Miembros del Cuerpo Diplomático,

Representantes de Organismos Internacionales y colegas del Sistema de

las Naciones Unidas,

Estimados representantes de las organizaciones de la sociedad civil,

Queridos colegas de la CEPAL,

Amigas y amigos,

Bienvenidos a esta casa, cantera de pensamiento, sede de esta Comisión Económica para América Latina y el Caribe que los recibe con orgullo a ustedes, nuestros mandantes.

Inauguramos hoy el segundo capítulo de esta obra colectiva que es poner nuestros colores, nuestros acentos, nuestra historia y nuestros sueños en la agenda de transformación civilizatoria que el mundo se ha fijado para el 2030.

Gracias México, cuya Presidencia marcó el inicio de nuestros trabajos cobijando nuestro punto de partida en su capital hace justo un año. Es bajo su liderazgo, ahora en esta casa común, que abrimos las labores de este segundo Foro de los países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible.

Su apoyo y compromiso ha sido indispensable.

Hoy damos un paso más, consolidamos este espacio como el punto de encuentro ineludible donde los países de la región intercambian balances, experiencias y desafíos de cara a la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Me emociona el contemplarlos esta mañana, representantes de los países, de la sociedad civil, del sector privado, del sistema de las Naciones Unidas, de los organismos internacionales. Sus rostros, sus voces, su voluntad dan forma tangible al multilateralismo, a la vocación integradora y al ánimo vivo por la cooperación regional.  

En tiempos complejos en nuestra región y el mundo, como los que vivimos, que bien hace comprobar que estos valores mantienen vigencia y urgencia.

Seamos claros, sin multilateralismo, integración y cooperación cualquier camino al desarrollo sostenible está vedado.

Con este Foro, fruto del liderazgo y compromiso político de los países de la región con la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos, América Latina y el Caribe demuestra que es región que ansía avanzar unida hacia la construcción de sociedades pacíficas, prósperas, más justas, solidarias e inclusivas, en las que se protejan los derechos humanos, el planeta y sus recursos naturales. Que es región que se ha cansado de contemplar pasiva las cicatrices abiertas de su desigualdad.

Este Foro permite a la región hablar con voz propia en el debate global sobre la implementación de la Agenda 2030. Y esa voz, su voz, expresa voluntades e inquietudes comunes, sin negar la heterogeneidad regional, y es capaz de sumar distintas miradas.

Amigas y amigos,

La actual es una hora compleja y lo sabemos bien. Recorrer las calles de esta patria compartida es encontrar con frecuencia señales inquietantes de malestar, temor e incertidumbre.

Esto refuerza el sentido de urgencia de la Agenda 2030.

El contexto global describe señales de recuperación económica que perfilan un mejor desempeño de las economías de nuestros países en los próximos años. Hemos atestiguado un aumento en la perspectiva del crecimiento global, pero cuando nos animábamos al optimismo, irrumpieron nuevas preocupantes contingencias. Hoy todos estamos pendientes de los alcances de una eventual confrontación comercial entre China y los Estados Unidos, los dos principales socios comerciales de nuestra región. Vemos también cómo emergen amenazas de un retorno a políticas más proteccionistas y a una menor cooperación internacional. Vemos cómo persisten los desequilibrios de cuenta corriente en algunas economías clave -con grandes superávits en Alemania y China-, y un elevado endeudamiento global. Vemos también con inquietud el despliegue veloz de una revolución tecnológica frente a la cual nos cuesta mantener el ritmo mientras dibuja potenciales amenazas al futuro del empleo. La crisis de la sostenibilidad ambiental y la profundización del cambio climático agravan aún más estas incertidumbres.

Es verdad, la economía mundial presentó mejores indicadores en 2017 que en 2016 y creció a una tasa del 2,9% (cifra superior al 2,4% alcanzado en 2016). Tanto las economías desarrolladas (un 2,1% frente a un 1,6% en 2016) como las emergentes (un 4,5% frente a un 4,0% en 2016) se vieron favorecidas. La situación económica mundial se reflejó positivamente en América Latina y el Caribe a través de los precios de las materias primas. Mientras que en 2016 dichos precios cayeron un 4%, en 2017 resultaron un 13% más altos, en promedio.

En América Latina y el Caribe, el mayor crecimiento económico de 2017 ha implicado un alza tanto en el nivel de las importaciones (tasa de crecimiento en torno al 8% respecto de 2016) como de las exportaciones, que crecen por primera vez a una tasa cercana al 11% después de cuatro años de caída. Detrás del comportamiento de las exportaciones están los mejores precios de las materias primas y una recuperación del volumen del comercio mundial, así como también del comercio intrarregional.

Para este 2018, en tanto, la CEPAL ha proyectado una moderada recuperación para las economías latinoamericanas y caribeñas, con un crecimiento del 2,2%. El mayor dinamismo de la demanda externa aportaría estímulos a la actividad económica de la región, mientras que la demanda interna jugará un papel importante en la aceleración del crecimiento, aunque con diferencias entre componentes. En particular, y aun cuando seguirá siendo bajo, se espera un mayor aporte de la inversión, en comparación a lo que ha sido en años anteriores, mientras que el consumo privado seguirá siendo un motor relevante de la demanda interna.

Sin embargo, al igual que en años anteriores, durante 2018 el crecimiento mostrará dinámicas heterogéneas entre países y subregiones. Las economías de América del Sur crecerían un 2,0% (comparado con el 0,8% registrado en 2017), principalmente como resultado del mayor dinamismo que presentará Brasil (2,2%). Asimismo, en varios países que venían creciendo a tasas moderadas se registrará una aceleración de la actividad económica: Chile (3,3%), Colombia (2,6%) y Perú (3,5%).

No obstante lo anterior, por desgracia debemos repetir una afirmación dolorosa: sin ser la más pobre, América Latina y el Caribe continúa siendo la región más desigual del mundo. Toda nuestra singular riqueza en recursos naturales y en capacidades humanas sigue sin traducirse en una vida digna para la mayoría de nuestros habitantes.

Es cierto que no partimos de cero. Durante las últimas décadas, América Latina y el Caribe ha mejorado considerablemente un conjunto de variables económicas y sociales, cuyos resultados se ven reflejados a través de algunos indicadores incluidos en el marco global para medir los avances hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Entre 2002 y 2014, la región creció a una tasa promedio simple regional del 3,32% anual, al tiempo que llevó a cabo diversas políticas públicas en materia social. La combinación de estos dos factores tuvo importantes efectos sobre el bienestar, al disminuir el número de pobres de 233 millones a 168 millones, y el número de indigentes de 63 millones a 48 millones. En efecto, la región logró sacar de la pobreza a 65 millones de personas y de la indigencia a 15 millones de personas en 12 años, contando con los efectos favorables sobre el empleo y los salarios de una tasa de crecimiento relativamente alta.

Sin embargo, desde 2015, las cifras de la región revelan un incremento en los niveles generales de pobreza y pobreza extrema: en 2017, más de 187 millones de personas aún seguían viviendo en la pobreza y 62 millones vivían en la pobreza extrema. A su vez, la incidencia de la pobreza entre las mujeres en edad activa (de 15 a 29 años y de 30 a 59 años) es levemente mayor que la registrada entre los hombres de esos mismos grupos etarios. Estas cifras son una señal de atención en torno a la capacidad de la región de cumplir con el Objetivo 1 referido a poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todo el mundo.

En los próximos años, con las incertezas que aún existen acerca del desempeño de la economía mundial y a la luz del bajo dinamismo reciente de la región, el desafío de cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible se vuelve más complejo.

No solo será necesario implementar políticas industriales y tecnológicas que incrementen la productividad y estimulen el crecimiento en un sendero de crecimiento bajo en carbono, sino que también se deberá poner en marcha importantes iniciativas en los ámbitos de recaudación, redistribución, fortalecimiento de la institucionalidad e innovación en materia de políticas públicas para actuar en el campo social y asegurar que nadie se quede atrás.

Amigas y amigos,

Los avances en la reducción de la desigualdad que se observaron en la mayoría de los países desde 2002 se detuvieron a partir de 2015 y en algunos casos se revirtieron. El menor dinamismo del empleo explica, en parte, esta evolución.

Si bien la región está volviendo a crecer, dicho crecimiento ha sido acompañado por un aumento de la tasa de desempleo que en las zonas urbanas se estima alcanzó un 9,4% en 2017. Este incremento representa 7 millones de personas entre 2014 y 2017, por lo que el número de desempleados llegó a 22,8 millones en 2017. Cabe destacar, como brutal recordatorio de las múltiples dimensiones de nuestras brechas de desigualdad, que este es un problema que castiga sobre todo a las mujeres y a las personas más jóvenes.

Es cierto, las expectativas anuncian mejor crecimiento, modesto, pero más auspicioso que el pasado reciente. Ante este cuadro en la CEPAL reiteramos nuestra convicción de que no basta con crecer para igualar, hay que igualar para crecer y que una sociedad más igualitaria tiene más posibilidades de crecer sostenidamente. Pero ojo, la recuperación del crecimiento —tan necesaria para apuntalar el combate a la desigualdad y a la pobreza— no puede basarse en los patrones insostenibles del pasado. Economías poco diversificadas y omisas de su responsabilidad sobre el cuidado ambiental son insostenibles.

La tarea de presente y futuro es transformar nuestros patrones de producción y consumo.

No es voluntarismo, la sentencia de la ciencia es nítida, el planeta no resiste el actual estado de cosas. Nuestra sociedad no resiste el estatus quo vigente.

No hay que buscar muy lejos la evidencia, los eventos catastróficos recientes lo exhiben con claridad. América Latina y el Caribe es especialmente sensible a los efectos del cambio climático, y algunas de sus sub-regiones a los de los desastres naturales, debido a su situación geográfica, a su condición socioeconómica y demográfica, y a la alta sensibilidad al clima de sus activos naturales, como los bosques, las costas y la biodiversidad.

La lenta reconstrucción de varios de los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID) del Caribe nos recuerda la magnitud histórica de los huracanes Irma y María que los han sacudido el año pasado y subraya su alta vulnerabilidad a efectos como el aumento del nivel del mar, la creciente frecuencia o intensidad de las tormentas, el incremento de las precipitaciones y el blanqueamiento de los arrecifes de coral.

Los costos económicos del cambio climático en América Latina y el Caribe en 40 años, calculados a 2050, se sitúan entre el 1,5% y el 5% del PIB regional. Sus impactos, mientras tanto, no son lineales y se presentan de forma heterogénea en las distintas regiones y períodos y afectan de manera distinta a diferentes grupos, especialmente a los ya marginalizados.

Por todo ello resulta apremiante que la agenda civilizatoria que entraña la Agenda 2030 tenga la igualdad en el centro y una identidad y domicilio en América Latina y el Caribe. Que desde nuestra historia, desde nuestra rica diversidad, desde nuestras esperanzas compartidas, y desafíos comunes, le demos rostro propio, instituciones nuestras, y le imprimamos las urgencias que nuestra realidad reclama.

El informe anual que la CEPAL ha preparado, y que analizaremos más tarde el día de hoy, muestra que América Latina y el Caribe avanza en la senda hacia el desarrollo sostenible. Veinte de los 33 países de la región cuentan con instituciones intersectoriales de alto nivel para coordinar la implementación de la Agenda 2030, mientras que otros países crearán mecanismos en el primer semestre de 2018 que estarán en funcionamiento en los meses siguientes.

De los 33 países que componen América Latina y el Caribe, 19 habrán presentado sus Informes Nacionales Voluntarios sobre su progreso hacia el cumplimiento de la Agenda 2030 a julio de 2018, y tres de ellos lo harán por segunda vez: Colombia, México y Uruguay.

En América Latina y el Caribe, terminar con la cultura de los privilegios, que naturaliza la desigualdad, es una urgencia. Estos privilegios que se expresan en lo social, lo económico y lo medioambiental son un obstáculo real al desarrollo sostenible. Y para combatirlos, necesitamos la coordinación de todos los sectores de la sociedad: los Gobiernos, el sector privado y toda la sociedad.

Ayer, en la antesala de esta inauguración, durante el encuentro de la sociedad civil de América Latina y el Caribe, reafirmamos el rol fundamental que le corresponde en la promoción de los ODS y en el seguimiento y examen de la Agenda 2030. Es indispensable que la sociedad civil se involucre de forma activa en los procesos que contribuyan a la adopción de decisiones, la planificación y la aplicación de políticas y programas que fomenten el desarrollo sostenible en sus tres dimensiones y en todos los niveles y se apropie de la misma para asegurar que permee ampliamente en todos los sectores sociales y en todas las localidades.

Esto es aún más relevante en el contexto político actual, y los cambios en los gobiernos por los que la región está pasando. La sociedad civil debe ser garante de la continuidad en el proceso de implementación de la Agenda 2030 y de que esta hoja de ruta sea parte sustancial de las agendas de desarrollo de los nuevos gobiernos de la región.

Sigamos creando juntos las condiciones para que la sociedad civil continúe articulando sus modalidades de participación, diálogo y colaboración con mecanismos nacionales y regionales como el Foro para el seguimiento y examen de los avances en la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y que, de este modo, logremos generar alianzas renovadas y sólidas para la implementación regional de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus respectivas metas.

Aseguremos también las condiciones básicas para que quienes han abrazado el activismo en la defensa de los derechos de todas y todos y que desde las organizaciones sociales ponen su empeño en construir sociedades justas no tengan que pagar por ello el precio inaudito de sus propias vidas. Mi recuerdo especial desde aquí a Berta Cáceres y Mirelle Franco.

Amigas y amigos,

El papel del sector privado es también de suma relevancia, tanto por el rol que juega en la generación de patrones de consumo y producción sostenibles, como por su imprescindible papel para movilizar recursos para financiar la Agenda 2030, fomentar la innovación en tecnologías limpias, impulsar el uso de energías renovables, de nuevos modelos de desarrollo urbano, identificar oportunidades sostenible de la revolución digital, y de manera más general integrar la Agenda 2030 a sus modelos de negocio.

En realidad, la Agenda 2030 sólo será alcanzada si todos los actores están sentados alrededor de la mesa y por ello hemos querido que el presente Foro tenga un carácter multi-actor.

El cumplimiento de la Agenda 2030 también nos exige ir más allá de la suma de los esfuerzos nacionales, porque ningún país lo logrará de manera aislada. El papel de plataformas multilaterales regionales como el Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible es esencial para compartir entre naciones las buenas prácticas y lecciones aprendidas,  para atender los desafíos que van más allá de las fronteras como el impacto del cambio climático, los flujos ilícitos y la migración, y para afianzar las alianzas necesarias para resolverlos y, a su vez, para generar una contribución real a los debates y foros globales como el Foro Político de Alto Nivel sobre Desarrollo Sostenible con liderazgo.

América Latina y el Caribe está jugando un papel sumamente relevante en este ejercicio colectivo global para alcanzar los 17 ODS que demandan romper con los esquemas económicos, productivos y sociales del pasado. Es una región que, en su conjunto y a través de los esfuerzos soberanos de cada nación, está creando soluciones innovadoras, identificando desigualdades dentro de sus territorios y dentro de los grupos sociales que los habitan, y convocando consultas sin precedentes con la población, incluyendo a jóvenes, niñas y niños.

Durante la segunda reunión del Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible, que hoy inauguramos, estos actores y estas conversaciones encontrarán un espacio abierto, dispuesto y colaborativo, que sin duda resultará en un valioso aporte de nuestra región a este enorme reto global que plantea la Agenda 2030: un mundo más digno, más justo, más sano, y más igual, en el que nadie se quede atrás.

Antes de terminar, permítanme recordar a la gran Gabriela Mistral, una pensadora original por la justicia y la paz, por América, por sus tierras y sus pueblos, quien en 1921 salió de Chile, nuestro país sede, rumbo a México, el país que preside este Foro, para participar junto a José Vasconcelos en la creación de un nuevo estilo de educación, en la creación de las normales rurales, en la reforma educacional, en la fundación y organización de bibliotecas populares.

La Mistral decía: “Describe tu América. Haz amar la luminosa meseta mexicana, la verde estepa de Venezuela, la negra selva austral. Dilo todo de tu América; di cómo se canta en la pampa argentina, cómo se arranca la perla en el Caribe, cómo se puebla de blancos la Patagonia.

¡América y sólo América! ¡Qué embriaguez semejante futuro, qué hermosura, qué reinado vasto para la libertad y las excelencias mayores!

Muchas gracias.