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CEPAL promueve enfoque de ciclo de vida para revertir las desigualdades determinadas por la edad de las personas

14 de junio de 2017|Noticias

En su informe Panorama Social de América Latina 2016, el organismo regional identifica diversas brechas estructurales en la infancia y adolescencia, la juventud, la edad adulta y la vejez.

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Personas caminando
Foto: EFE/STR.

La edad es uno de los ejes estructurantes de la matriz de la desigualdad social en América Latina y el Caribe, que se entrecruza y potencia con otros ejes, como el nivel socioeconómico, el género, la condición étnico-racial y el territorio, subraya uno de los capítulos del informe anual Panorama Social de América Latina 2016, presentado recientemente por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

“Cada etapa del ciclo de vida conlleva oportunidades, desafíos y riesgos específicos”, señala la CEPAL en el capítulo titulado “La matriz de la desigualdad social: la edad como un eje de las desigualdades sociales”, en el que se identifican diversas brechas en cuatro etapas: infancia y adolescencia, juventud, edad adulta y vejez.

En comparación con personas en otras fases del ciclo de vida, los niños y niñas viven con mayor frecuencia en situación de carencia y privaciones, advierte la Comisión, lo que conlleva graves consecuencias para su futuro.

Este grupo está sobrerrepresentado en los quintiles de menores ingresos y son notables las brechas al interior de la propia población infantil si se introducen otros ejes de la desigualdad social. Por ejemplo, al analizar los datos de mortalidad infantil según condición étnica, se observa que los niños y niñas indígenas muestran tasas superiores a los niños y niñas no indígenas en los 11 países analizados.

La juventud es otra etapa crítica, enfatiza la CEPAL, dado que en ese momento las desigualdades sociales se pueden profundizar o reducir. En dicha fase se definen aspectos que marcarán la vida adulta: se espera que los jóvenes finalicen sus estudios, adquieran competencias para el trabajo, inicien una trayectoria laboral en condiciones adecuadas y, en muchos casos, establezcan o consoliden un núcleo familiar propio. En la realidad latinoamericana, sin embargo, muchas veces esas fases y transiciones no siguen una trayectoria lineal, sino que constituyen momentos en los que se reproduce y magnifica la desigualdad.

El estudio resalta que entre 2002 y 2014 se incrementó el porcentaje de jóvenes de entre 20 y 24 años que concluyeron la secundaria, tanto hombres (de un 39,6% a un 55,6%) como mujeres (de un 44% a un 62,2%). Este aumento fue particularmente notable en localidades rurales (de un 18,7% a un 38,4% en el caso de los hombres y de un 20,4% a un 42,2% en el caso de las mujeres).

Pese a estos avances, como indican las cifras, aún existe un alto porcentaje de jóvenes de ambos sexos que no han concluido la secundaria, nivel educativo considerado crucial para romper el ciclo intergeneracional de la pobreza y ampliar las posibilidades de acceso a un trabajo decente. Además, sigue existiendo una brecha significativa en la conclusión de la secundaria entre jóvenes de zonas urbanas y rurales, entre jóvenes indígenas y no indígenas y entre jóvenes afrodescendientes y no afrodescendientes, sostiene la CEPAL.

Un grupo que genera especial preocupación son los jóvenes que no estudian ni están ocupados en el mercado de trabajo, compuesto mayoritariamente por mujeres.

Si bien el porcentaje de jóvenes en esta situación disminuyó en promedio entre 2002 y 2014, en los cinco países de la región que cuentan con información sobre condición étnica (Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y Guatemala), esta disminución no fue pareja entre los diferentes grupos poblacionales: las mujeres experimentaron disminuciones mucho más modestas que los hombres, y aún menores entre las jóvenes indígenas.

En el Panorama Social 2016 se enfatiza también que la región pasa por un período de profunda transformación demográfica, caracterizada por el sostenido envejecimiento de la población.

En este marco, los logros educativos alcanzados durante la adolescencia y la juventud inciden de manera significativa en la posición que se consigue a largo plazo en el mercado de trabajo, lo que a su vez afecta el acceso a las jubilaciones de carácter contributivo.

De acuerdo con el informe, se registran diferencias muy llamativas en la percepción de jubilaciones contributivas por nivel de educación: según el promedio simple de ocho países con información, el 30% de los hombres de 65 años o más con un nivel educativo de primaria incompleta contaban con una jubilación en 2014, porcentaje que se elevaba a 66% en el caso de aquellos que tenían educación secundaria o más. Para las mujeres, esas cifras eran del 21% y el 62%, respectivamente, lo que evidencia una brecha de género que es resultado de una inserción más precaria de las mujeres en el mercado de trabajo.

El encadenamiento de desigualdades desde la infancia hasta la vejez obliga a contar, según la CEPAL, con un enfoque de ciclo de vida para el diseño e implementación de políticas públicas. “El enfoque de ciclo de vida sitúa a la persona, desde el nacimiento hasta el final de la vida, como el objeto central de la acción pública, y reconoce que sus necesidades cambian a lo largo de la vida y que la persona es el punto de partida y de llegada de la política social”, dice el documento.

Por ello, “desde un punto de vista institucional, es preciso reconocer y atender las necesidades y los riesgos específicos de cada etapa del ciclo de vida, y también articular las políticas orientadas a esas distintas etapas”, concluye el texto.