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Después del fuerte repunte que alcanzó la economía de América Latina y el Caribe en 2010, al superar el impacto de la crisis económica y financiera de 2008-2009, la CEPAL estima que en 2011 la región volvió a crecer, pero a una tasa menor (4,3%), lo que implica una mejora de un 3,2% del PIB per cápita. A ello contribuyeron principalmente dos factores, a saber, el debilitamiento de la recuperación de la economía mundial y el enfriamiento de la demanda interna en el Brasil, la economía más grande de la región, propugnado por las autoridades para evitar un sobrecalentamiento a partir del fuerte crecimiento de 2010.
Aun así, en la primera parte del año el entorno externo siguió relativamente favorable para la región, lo que se expresó en una elevada demanda de sus principales productos de exportación, mejoras de los términos de intercambio y el acceso en condiciones favorables a los mercados financieros internacionales. En este contexto, varios países lograron mejorar su desempeño con respecto a 2010, entre ellos algunos países exportadores de petróleo que se vieron beneficiados por altos precios internacionales o varios países centroamericanos y del Caribe que fueron favorecidos por un aumento de las exportaciones hacia los Estados Unidos y de las remesas enviadas por los trabajadores emigrados. En conjunto, los países sudamericanos crecieron un 4,6%, levemente más que los centroamericanos (4,1%), mientras el Caribe se expandió solo un 0,7%, debido principalmente a la contracción de Trinidad y Tabago, la mayor economía de la subregión.
En la primera parte del año, la política macroeconómica enfrentó varios desafíos relacionados en parte con la evolución de los mercados internacionales. Los países reaccionaron a estos desafíos de diferente manera, según sus características estructurales, la gravedad del impacto que sufrieron, los instrumentos disponibles y sus prioridades políticas. Así, las expectativas optimistas en cuanto a la evolución de la economía regional y los diferenciales de las tasas de interés respecto de las prevalecientes en los mercados financieros globales estimularon entradas de capital que contribuyeron a mantener los procesos de apreciación real de las monedas de la región. En algunos casos estos diferenciales de tasas aumentaron gracias a las políticas monetarias aplicadas para contener el impacto inflacionario del incremento de los precios internacionales, sobre todo de alimentos y combustibles. En este contexto algunos países también redujeron el estímulo fiscal, tratando al mismo tiempo de recuperar el espacio fiscal que se había contraído por las medidas implementadas para enfrentar la crisis de 2008-2009. Sin embargo, en el promedio regional, el resultado global de los gobiernos centrales mejoró 0,4 puntos porcentuales debido a los aumentos de los ingresos fiscales. Por otra parte, frente a las tendencias de desaceleración tanto de la economía mundial como la regional, a lo largo del año las preocupaciones por mantener un adecuado ritmo de crecimiento se hicieron cada vez más prioritarias para las políticas económicas, en especial dados el deterioro de la situación y las perspectivas de la zona del euro.
En el año en su conjunto, a nivel regional se desaceleró el crecimiento de todos los componentes de la demanda agregada, tras la recuperación en 2010 respecto de los bajos niveles observados a causa de la crisis financiera mundial. No obstante, el consumo de los hogares continuó creciendo a tasas por encima del PIB. Esto fue posible por una dinámica generación de empleo que redujo la tasa de desempleo regional de un 7,3% a un 6,8% y por aumentos de los salarios reales. Además, el crédito siguió expandiéndose a tasas elevadas. La disponibilidad de crédito, a tasas de interés que en muchos países descendieron en términos reales, también facilitó un nuevo incremento de la formación bruta de capital fijo, con lo que el coeficiente de inversión alcanzó un nuevo máximo para las últimas décadas, aunque su nivel no alcanzó para sostener las tasas de crecimiento económico requeridas para satisfacer las múltiples necesidades de desarrollo económico y social de la región. La expansión de las importaciones reflejó el dinamismo de la fuerte demanda interna, mientras el aumento de las exportaciones obedeció más a los altos precios que a un incremento del volumen de las ventas externas. En este contexto, el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos registró un aumento moderado, al alcanzar un 1,4% del PIB. Este déficit se financió holgadamente con un elevado flujo de inversión extranjera directa y, en menor medida, por inversión de cartera, lo que permitió nuevos aumentos de las reservas monetarias internacionales.
Debido, principalmente, a los altos precios internacionales de alimentos y combustibles, la inflación aumentó en la primera parte del año, pero más tarde empezó a ceder y terminó en una cifra cercana al 7%, solo levemente mayor que a fines de 2010.
En la segunda mitad del año se profundizó la desaceleración del crecimiento regional. A ello contribuyeron menores tasas de crecimiento de las exportaciones, una caída de los precios de los principales bienes básicos de exportación de la región —que, sin embargo, se mantuvieron en niveles históricamente elevados— y un enfriamiento de la demanda interna. Sobre todo en el cuarto trimestre empeoraron las expectativas sobre la evolución de la economía regional, ante la creciente incertidumbre respecto del futuro de la economía mundial por las dudas en torno al logro de una solución sostenible de la crisis de la deuda de varios países de la zona del euro y la consiguiente volatilidad en los mercados internacionales.
Este escenario es el que determina las proyecciones para la economía de América Latina y el Caribe en 2012. En efecto, se prevé un bajo crecimiento de la economía mundial, con lo cual se mantendrían los mencionados procesos de desaceleración de la economía regional y la tasa de crecimiento económico bajaría nuevamente, si bien de manera moderada, a un 3,7%. Sin embargo, no puede descartarse un escenario más desfavorable, en el cual una crisis profunda de la zona del euro incidiría negativamente en los mercados mundiales, lo que afectaría, tanto por los canales reales como financieros, las perspectivas económicas de la región. En este contexto de elevada incertidumbre y ante la posibilidad de cambios bruscos en el entorno externo, los países de América Latina y el Caribe deben prepararse para adoptar medidas apropiadas, según sus realidades nacionales, con el fin de defender y fortalecer las bases de su desarrollo económico y social. Para ello la región cuenta con fortalezas como elevadas reservas monetarias internacionales y —con la excepción de varios países del Caribe— un bajo endeudamiento público y externo. Sin embargo, el espacio para algunos de los instrumentos contracíclicos es menor que antes de la crisis de 2008-2009 y hoy están debilitados ciertos factores externos que entonces posibilitaron una pronta recuperación de la economía global, especialmente la aplicación coordinada de medidas fiscales y monetarias de los países desarrollados.